Como hiciéramos a finales de 2013 con Sólo Dios perdona y El mayordomo, volvemos con una pequeña sección dedicada a películas que generaron expectativas altas y al final nos decepcionaron, dejándonos filmes mediocres que defraudan más que entusiasman. Hoy tenemos El Hobbit: la desolación de Smaug, y The Monuments Men, dos películas que me ha costado reseñar por la sensación de indiferencia que me produjeron y las esperanzas que tenía depositadas en ellas.
El Hobbit es una de mis novelas preferidas, un canto a la aventura pura, pero el hecho de que Peter Jackson decidiera dedicarle una trilogía entera no me hizo ninguna gracia. Sin duda, él era el elegido para volver a la Tierra Media, como demuestra la trilogía de El Señor de los Anillos, para mí insuperable. La primera parte de El Hobbit fue bien recibida en su momento, capturaba el espíritu de aventura sencilla y fantástica de la novela, si bien terminaba haciéndose algo larga y por supuesto no llegaba a la altura de la trilogía magna. En su momento, la incluí en mi lista de mejores películas de 2012, pero tengo que reconocer que después de posteriores visionados, El Hobbit: Un viaje inesperado no aguanta demasiado bien y termina haciéndose pesada, mientras que cada una de las películas de ESDLA despierta más fascinación y reverencia en mí cada vez que las vuelvo a ver.
Con esto llegamos al estreno de la secuela, El Hobbit: La desolación de Smaug. Debido a las recomendaciones de varios amigos de confianza, mis ganas de verla disminuyeron y casi la dejé pasar en el cine, si bien al final me atreví a verla en la gran pantalla. El principio de la película me entusiasmó bastante, se toma ciertas licencias pero es fiel al espíritu de la novela y tenemos pasajes insignes como la casa de Beorn, las arañas del Bosque Negro y la huida en barriles filmadas con la maestría de Jackson, derrochando una ambientación de lujo y espíritu aventurero. Ahora bien, los minutos avanzan, la trama se vuelve farragosa sin necesidad, aparecen personajes nuevos metidos a presión como los gobernantes de la Ciudad del Lago, la elfa de Perdidos, o toda la tropa de orcos que persigue a los enanos. El ritmo disminuye y la película ya no funciona ni como adaptación, ni como filme de aventuras. Da la sensación de estar viendo una historia henchida que intenta emular la trascendencia de la saga madre, cuando es todo lo contrario. Llegamos a la aparición de Smaug, a quien Benedict Cumberbatch dota de vida propia al donarle su vozarrón, y la película remonta el vuelo a lomos del dragón, si bien la historia de nuevo decae entre tanta persecución alargada, con la absurda estratagema del oro fundido mediante, y todo termina con un continuará gigantesco. Miedo me da lo que pueda suceder en la tercera parte y si, una vez terminada la trilogía, el destino de El Hobbit será similar al de las precuelas del amigo George Lucas. Un abucheo aparte se merece Howard Shore, quien entrega una banda sonora funcional y anodina en la que ni siquiera aparece el tema de la parte anterior, de lejos su trabajo menos inspirado hasta la fecha, parece mentira que hace nada compusiera la música de Hugo.
Dejando la Tierra Media descansar hasta nuevo aviso, nos centramos ahora en uno de los galanes de Hollywood. George Clooney moldeó su carrera como actor y cineasta con sumo cuidado con la llegada del nuevo milenio, eligiendo con acierto sus papeles en los últimos años y protagonizando películas tan recomendables como Up in the Air o Los descendientes. Como cineasta, se estrenó con la irregular, bizarra e incluso fallida comedia de espías Confesiones de una mente peligrosa, para después dar una lección de cine clásico en Buenas noches y buena suerte. Su siguiente incursión en la comedia sería también un señor descalabro, pues el humor insulso de Leatherheads (Ella es el partido) apenas despertó una carcajada en los espectadores. Por suerte, Clooney regresó al terreno del thriller político con la contundente Los idus de marzo, de herencia shakespeariana y con un reparto de alto nivel. Mientras tanto, Clooney ejerció de productor en el debut de su amigo Grant Heslov con la alocada y recomendable Los hombres que miraban fijamente a las cabras, y de paso se llevó un Oscar por apoyar a Ben Affleck y su excelsa Argo.
Con semejantes credenciales, esperaba con ganas el regreso de Clooney tras las cámaras, más todavía cuando se trataba de The Monuments Men, que narra la historia real de un comando del bando de los aliados que se dedicaba a recuperar obras de arte robadas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, historia que ya parodiaron Los Simpson con el mítico capítulo dedicado a "Los peces voladores". Las sospechas acerca del nuevo trabajo de Clooney comenzaron a crecer cuando su fecha de estreno se vio retrasada hasta febrero de 2014, de modo que sus responsables ni siquiera se planteaban hacerla competir en la temporada de los Oscar. Ahora bien, acudí al cine a ver The Monuments Men con entusiasmo, y me encontré ante una aventura bélica que por momentos emulaba películas tipo La gran evasión y por otros buscaba encontrar su lugar dentro de la comedia, mientras nos lanza constantemente la pregunta de si merece la pena arriesgar vidas humanas para salvar nuestro patrimonio cultural. El resultado termina siendo bastante desequilibrado, la mezcla no funciona y no se decanta por ninguno de los dos géneros en concreto y, no contentos con esto, la película incluso juguetea con el drama que expone los horrores de la guerra en la línea de Salvar al soldado Ryan, como prueban la escena de la iglesia o la dedicada al barril repleto de implantes dentales. Una verdadera lástima, dada la fructífera asociación de Clooney y Heslov, la premisa y los hechos históricos de los que partía, y sobre todo el reparto, capitaneado por el propio Clooney y que incluye a pesos pesados que apenas tienen oportunidad de lucirse, como Matt Damon, Cate Blanchett, los grandes Bill Murray y John Goodman o Bob Balaban (Moonrise Kingdom), además de que les da una oportunidad de hacerse un hueco en el cine Hollywoodiense a Jean Dujardin (visto recientemente en El lobo de Wall Street) y al televisivo Hugh Boneville (Downton Abbey). Tras este descalabro, espero que Clooney vuelva pronto al terreno donde ha demostrado sobrada maestría, el del thriller político.
Y a vosotros, ¿qué os parecieron estas películas? ¿Cuáles os han decepcionado últimamente?
*Para terminar, os dejo con la entrada que dediqué a las virtudes de Capitán Phillips en el resucitado blog del amigo Oneyros.