*Este artículo puede revelar detalles del argumento.
El planeta de Krypton está condenado. Con la sociedad corrompida y los recursos naturales consumidos, el final de Krypton está cerca, por lo que el científico Jor-El decide enviar a su hijo recién nacido a la Tierra para que pueda disfrutar de una vida mejor allí y evitar que los humanos caigan en los mismos errores que los kryptonianos. Ese niño está destinado a convertirse en Superman, un símbolo de esperanza que tendrá que defender la Tierra de los últimos vestigios de Krypton, representados por el ejército de insurgentes del general Zod.
El planeta de Krypton está condenado. Con la sociedad corrompida y los recursos naturales consumidos, el final de Krypton está cerca, por lo que el científico Jor-El decide enviar a su hijo recién nacido a la Tierra para que pueda disfrutar de una vida mejor allí y evitar que los humanos caigan en los mismos errores que los kryptonianos. Ese niño está destinado a convertirse en Superman, un símbolo de esperanza que tendrá que defender la Tierra de los últimos vestigios de Krypton, representados por el ejército de insurgentes del general Zod.
Justo cuando se cumplen 75 años de la creación por Jerry Siegel y Joe Shuster del superhéroe por antonomasia, Superman, los responsables de DC Comics y de Warner Bros. han decidido homenajear al personaje con el reinicio de sus aventuras cinematográficas. Difícil empresa, pues la película dedicada al personaje en 1978 dirigida por Richard Donner es prácticamente imposible de superar, ya que captó a la perfección la esencia del personaje, de lo que Superman significa, el héroe al que todos admiramos, y se quedó grabada en el imaginario colectivo de forma indeleble. De hecho, uno de los principales inconvenientes del regreso del personaje a la gran pantalla en 2006 con Superman Returns fue que, más que de una película autocontenida, se trataba de un sentido homenaje al Superman de Donner. Tras el éxito de la nueva versión de Batman, los responsables de Warner y DC han optado por confiar (casi a ciegas) en Christopher Nolan y David S. Goyer para escribir el nuevo origen de Superman, que ha sido narrado por Zack Snyder, artífice de la digna adaptación de Watchmen, pero también de bodrios absolutos como Sucker Punch. Tras una abusiva campaña de promoción que hasta nos ha mostrado el cómo se hizo antes que la película, El hombre de acero llegó a nuestras carteleras el pasado viernes, una semana después que en Estados Unidos. ¿El resultado? No me ha convencido lo más mínimo.
Como película, El hombre de acero se inscribe en el grupo de "taquillazos" veraniegos de elevado presupuesto que buscan llenar las salas, recaudar lo máximo posible y ofrecer a los espectadores una historia sencilla y directa con efectos especiales apabullantes y buenas dosis de acción. En este aspecto El hombre de acero sí que funciona, consigue entretener a pesar de sus más de dos horas de metraje, sobre todo durante el comienzo, mucho más equilibrado que el tramo final. Zack Snyder deja de lado sus manías y los efectismos que convirtieron Sucker Punch en una fuente de vergüenza ajena y opta por un estilo más sobrio para la acción, con coreografías vistosas. Ahora bien, llegados al tramo final de la película, la explosión de acción y efectos especiales termina sobrecargando al espectador, es demasiado exagerada, se hace muy pesada y nos deja la sensación de haber presenciado el nuevo cruce apocalíptico de invasiones alienígenas en la línea de Independence Day y Transformers.
Parte de la culpa de esta sobrecarga la tiene la banda sonora de Hans Zimmer. Aunque consigue un tema principal bastante curioso, Zimmer se queda lejos del gran compositor que firmó las partituras de Gladiator o La delgada línea roja y opta por repetir hasta la saciedad la sucesión de "tambores y trompetas" que marcaron tendencia en el tráiler de Origen, atronando a los espectadores con una banda sonora que no da respiro y peca de excesiva.
Ante este desequilibrio que aumenta según avanza la película, el reparto también queda desdibujado según se desarrolla la trama, y eso que prometía bastante, como el principio en Krypton. Amy Adams tiene parte de la fuerza y perspicacia de Lois Lane, al igual que Michael Shannon consigue reflejar el carácter de patriota pasado de rosca del general Zod, si bien a ambos se les nota un tanto desdibujados entre tanto efecto especial, con los actores bastante alejados del tipo de películas donde nos han ofrecido sus mejores trabajos. Los secundarios del Daily Planet interpretados por Laurence Fishburne y el gran Michael Kelly poco pueden lucirse, sólo pasan por el medio de la destrucción sembrada en Metrópolis por Zod y sus kryptonianos. En cuanto al protagonista, el británico Henry Cavill se presenta como una aceptable versión de un Superman más físico y menos romántico y carismático que el de las anteriores películas. Quienes realmente destacan son las dos figuras paternas de Clak Kent, Jor-El y Jonathan Kent, interpretados por un deslumbrante Russell Crowe y un comedido Kevin Costner que aprovecha su escaso tiempo en pantalla.
Ahora bien, como adaptación, El hombre de acero no me ha parecido el despropósito que fue la tercera parte de Batman dirigida por Christopher Nolan (todavía me sigue produciendo pesadillas a día de hoy), pero sí que considero que deja bastante que desear y se aleja demasiado de la esencia de uno de los superhéroes más carismáticos, perdiéndose en los excesos propios de un blockbuster de acción como las infumables tres entregas de Transformers. Hay ciertas licencias aceptables que benefician a la historia de esta versión, como los cambios en el uniforme, que la Fortaleza de la Soledad sea una nave sepultada en el Ártico, que haya un "cambio de atmósferas" en vez de kryptonita, que Clark no se haga periodista hasta el final o que sea Zod quien mate a Jor-El antes de la explosión de Krypton; pero luego hay muchas otras que se alejan de lo que representa el personaje y que incluso rozan lo absurdo. Para empezar, tenemos la muerte de Jonathan, ridícula donde las haya, y es que por mucho que quiera preservar la identidad secreta de Clark, se podría haber resuelto de otras maneras menos bochornosas. Me irritó especialmente la ausencia de buena parte de personajes fundamentales en la mitología del héroe en beneficio de una trama plagada por militares "heroicos", entre los que ni siquiera se encuentra el general Lane, el padre de Lois y enemigo acérrimo de Superman. Además de lo desdibujada que aparece la plantilla del Daily Planet, Jimmy Olsen brilla por su ausencia y a Lex Luthor, el otro hombre de acero de Metrópolis, némesis de Superman y uno de los villanos de cómic más interesantes, ni siquiera se le menciona en toda la película, a excepción de dos fugaces guiños a Lexcorp en la batalla final, más propia de Dragon Ball que de Superman.
A parte de la ausencia de ciertos personajes clave, lo que menos me gustó de la película fue el giro radical que han dado al personaje de Superman. El romanticismo e idealismo del protector de Metrópolis que hará todo lo posible y más para salvar a sus ciudadanos se ha esfumado a favor de un nuevo héroe de acción que colabora codo con codo con el ejército de Estados Unidos, sin importarle aparentemente la de vidas humanas que se pierdan en las oleadas de destrucción masiva que sufren Smallville y Metrópolis, que queda reducida a cenizas. Encima, ahora resulta que Superman mata, pega un grito y se queda tan tranquilo. Vamos bien. ¿Y qué me decís del trasfondo del personaje? Del inmigrante de las estrellas que se adapta a una cultura que nos es la suya y jura proteger unos valores ideales que le transmitieron sus padres hemos pasado a un héroe mesiánico (hasta tiene 33 años cual Jesucristo) que ayuda al ejército de Estados Unidos a enfrentarse a los terroristas alienígenas. En fin.
De El hombre de acero, rescato los flashbacks dedicados a la infancia de Clark y su relación con sus padres. Si Superman es quien todos conocemos, es por los valores de humildad, bondad y humanidad que le transmitió el matrimonio Kent. Para mí, el espíritu del verdadero Superman se encuentra en los cómics de John Byrne, en la película de Richard Donner, en el Origen Secreto de Geoff Johns y Gary Frank, en Las cuatro estaciones de Jeph Loeb y Tim Sale, y en versiones como Identidad Secreta, de Busiek e Immonen, y debo reconocer que no he encontrado a este héroe por ninguna parte en este blockbuster veraniego.
Después de Linterna Verde, El caballero oscuro: La leyenda renace y la película que hoy nos ocupa, no me queda claro qué planes tiene DC Cómics para su universo cinematográfico, en el que la esencia de personajes con años de historias a sus espaldas se ve traicionada. Por suerte, sí que ponen más cuidado en las películas de animación que les dedican, con títulos como Batman: Año Uno, Superman: Sin límites o la serie Young Justice, ya que El hombre de acero se aleja de la mano de Snyder en dirección al espectáculo exagerado de efectos especiales y deja de lado al Superman que todos conocemos, quedando a años luz de lo conseguido por películas basadas en personajes de cómics como Batman Begins, en la que se combinaba a la perfección el desarrollo de personajes y la aventura superheroica con el respeto al universo del cómic del hombre murciélago.