A principios de los 90, el joven Jordan Belfort comienza a trabajar en la bolsa de Wall Street con la intención de labrarse una buena fortuna. Pronto descubre los grandes beneficios que le da la venta de acciones basura, reúne a un grupo de buenos amigos y pone en marcha una estafa millonaria que le llevará a vivir una vida de excesos en la que el placer y la ambición no conocen límites. Puede que ni siquiera el FBI pueda perseguirlo por evasión de impuestos.
El maestro ha vuelto. Martin Scorsese lleva demostrando por qué es uno de los mejores directores de la historia del cine durante la totalidad de su carrera. Ha probado una gran variedad de registros, y de todos ellos ha salido airoso al narrar historias con personalidad y arriesgando formalmente. En su filmografía encontramos películas deportivas (Toro salvaje), thrillers criminales (El cabo del miedo), romances de época (La edad de la inocencia), dramas históricos (El aviador) y hasta comedias disparatas (¡Jo, qué noche!) y amargas (El rey de la comedia). Tras adentrarse en el terreno del thriller psicológico con la excelente Shutter Island y en el de las aventuras juveniles mientras rendía un homenaje al cine con Hugo, Scorsese ha regresado para tratar un tema de máxima actualidad bajo una mirada crítica, cínica y divertida al mismo tiempo que retoma temas tratados en algunas de sus obras magnas, como Casino.
El lobo de Wall Street parte del guión elaborado por Terence Winter, con quien Scorsese colaboró en el desarrollo de la serie Boardwalk Empire, y que a su vez está basado en las memorias del protagonista, estafador profesional en la vida real. El lobo de Wall Street supone una crítica demoledora al sistema culpable de la desastrosa crisis económica de 2008, cuyas secuelas todavía sufrimos, pero, en vez de situar la acción en fatídico año como ya hiciera la estupenda Margin Call, vuelve la vista atrás unos 20 años, al Wall Street de American Psycho. Allí conoceremos a un grupo de personajes ambiciosos, quienes amasarán desorbitadas fortunas a base de engañar a sus clientes y de especular con su dinero. Gracias a las inmensas ganancias que obtienen, Belfort y su tropa llevan una vida de lujos, superficialidad y desenfreno, su ambición no conoce límites, la búsqueda del placer domina sus vidas, con el sexo y las drogas de diseño como estandartes.
Narrada en tono de comedia ácida y crítica, durante las tres horas que dura El lobo de Wall Street presenciaremos varios episodios de la vida de Belfort que abarcan desde sus tácticas de engaño a las diferentes etapas que atraviesa su relación con su mujer, pasando por las celebraciones que tienen lugar en su oficina, los viajes de placer, los hilarantes pero patéticos estragos que causan las drogas en su vida, los métodos que usa para evadir impuestos y sus encontronazos con el FBI. A pesar de su duración, la película consigue entretener y divertir en todo momento, cuenta con un ritmo endiablado, y en este sentido supone un festín de recursos narrativos que incluyen secuencias planificadas con brillantez, voces en off y hasta rupturas de la cuarta pared. Scorsese no se permite concesiones y opta por un tono visceral, por lo que predominan el lenguaje soez y las escenas de sexo explícito que contribuyen a contrastar el tono cómico con la aguda crítica al "éxito" y los excesos de los que disfrutan estos personajes, quienes, por desgracia, me temo que no distan demasiado de los estafadores reales. Puede que estos rasgos asusten a algunos espectadores y les desanimen a la hora de disfrutar de esta gran película, sin embargo, quiero resaltar que no estamos ante una película superficial, sino que cuenta con un trasfondo rico y descreído que no cuesta demasiado ver reflejado en nuestra triste realidad. En este aspecto, me fascinó el contraste entre los personajes de Belfort y de su antagonista, el agente del FBI que le persigue, así como la escena de la conversación que mantienen en el yate del primero. Al final de la película podemos comprobar cómo nuestra sociedad, en la que el éxito económico prima sobre todo lo demás, ensalza a Belfort como a un héroe y acude a sus charlas para aprender sus trucos sin importar las personas a las que robó; mientras que el agente de la ley que consiguió atraparte, lejos de ser recibido como Eliot Ness cuando capturó a Al Capone, se ve condenado al anonimato y debe volver a casa en un mundano vagón de metro.
Semejante proeza cinematográfica no podría haberse logrado sin un equipo entregado, y es aquí cuando llega el momento de alabar al reparto. A lo largo de las tres horas que dura esta corrosiva epopeya americana, veremos desfilar por la pantalla a un grupo de personajes extravagantes unidos por la ambición, interpretados por actores que van desde el veterano director Rob Reiner (Cuenta conmigo) a Jean Dujdardin (The Artist), quien parece que por fin encuentra su lugar en Hollywood. En este apartado destaca también el trabajo del siempre adecuado Kyle Chandler (Super 8), de Jon Bernthal (The Walking Dead), del también director Jon Favreau (Iron Man) y la breve pero antológica aparición de Matthew McConaughey, quien está inmenso. Llegamos al trío protagonista, donde Jonah Hill sorprende como la trasnochada mano derecha de Belfort, demostrando que su papel en Moneyball no fue un golpe de suerte y que de verdad tiene talento para la comedia y el drama. Por otra parte, uno de los descubrimientos de la película es la joven Margot Robbie, quien se da a conocer al gran público con un papel femenino fuerte y arriesgado. Por último, sería impensable hablar de El lobo del Wall Street sin dedicarle unas alabanzas a Leonardo DiCaprio, ya nadie puede dudar que estemos ante uno de los mejores actores de su generación. Desde que al trabajar con Martin Scorsese y Steven Spielberg hace una década diera un nuevo rumbo a su carrera, este señor no ha cesado de deslumbrarnos y de aportar intensidad y credibilidad a los personajes que interpreta, ya sean policías infiltrados, mercenarios, agentes secretos, padres de familia, ladrones de sueños o terratenientes sureños. En El lodo de Wall Street se come la pantalla, DiCaprio se transforma en Belfort y apenas abandona a los espectadores en su particular ascenso a las cimas del éxito, le veremos reír, drogarse, mentir, estafar y también sufrir. En definitiva, estamos ante un inmenso actor, y su amistad y colaboración con Scorsese cada vez saca lo mejor de su talento interpretativo.
La demoledora El lobo de Wall Street supone una crítica rabiosa, enfurecida y contundente al mundo de los corredores de bolsa, sus excentricidades, crímenes y ambición sin límites. Nada que reprocharle a esta nueva obra magna del maestro Scorsese, tan sólo que se me terminó asemejando bastante a la también magistral Casino, tanto en forma como en contenido; pero, al fin y al cabo, ¿qué son los brokers sino mafiosos y especuladores codiciosos? No se la pierdan, no les dejará indiferentes.