Antiguamente considerados dioses por los humanos, los Eternos viven ahora ocultos entre el bullicio de las ciudades sin recordar quiénes son, ni siquiera saben cuáles son sus dones o su misión como protectores de la Tierra. Sólo cuando uno de ellos les traicione y contribuya a despertar una amenaza ancestral, Ikaris y sus compañeros se reecontrarán y recuperarán sus identidades.
Gracias a Oneyros he podido acercarme a la miniserie de siete números centrada en este peculiar grupo de "superseres", que prometía mucho y al final ha resultado absurda a más no poder.
En la década de los 70, el mítico dibujante Jack Kirby creó dos series con ciertas similitudes para las dos grandes editoriales de cómic estadounidenses: El Cuarto Mundo para DC y Los Eternos para Marvel. Ambas bebían de las tendencias new age tan populares en la época, con lo cual era habitual encontrar entre sus páginas la premisa argumental de una raza alienígena que visitaba el planeta Tierra en sus orígenes y sus miembros eran considerados dioses por los primeros humanos. Esto mismo sucede con Los Eternos, serie que la Casa de las Ideas confió al famoso guionista Neil Gaiman y al dibujante John Romita Jr. para que la actualizasen e introdujeran en el Universo Marvel, con la guerra civil entre superhéroes como telón de fondo.
En la última década, Neil Gaiman se ha alejado bastante del cómic, medio en el que debutó, y se ha adentrado con éxito en los terrenos de la novela y del guión cinematográfico, aceptando encargos de Marvel o DC de manera espontánea. Esto se nota demasiado en Los Eternos, miniserie que arranca con una propuesta interesante en la que los protagonistas deben recuperar su identidad anterior, pero que a medida que avanza pierde totalmente el rumbo, culminando en un desenlace completamente bochornoso y confuso, que no cierra ninguna de las tramas (de hecho intenta servir de punto de partida a una serie regular y el séptimo número fue un añadido de última hora) y nos ofrece un retrato realmente pobre de los personajes, al mismo tiempo que juega vagamente con conceptos mitológicos para justificar el origen de los Eternos.
Por el contrario, en el apartado gráfico nos encontramos a John Romita Jr. en plena forma, exprimiendo su característico estilo (con notables influencias de su padre, de Frank Miller y hasta del propio Kirby) y recursos narrativos, ofreciendo páginas con todo lujo de detalles lejos del aspecto inacabado que imprime a sus trabajos actuales. Una pena que el pobre y farragoso guión no le acompañe, ya que las tintas de Danny Miki y Tom Palmer junto a los colores de Paul Mounts y Matt Hollingsworth embellecen sus lápices.
En definitiva, una pena de miniserie que podría haber ofrecido una historia rica y absorbente dado el toque de su guionista, pero que finalmente se queda en siete números para el lucimiento de la maestría de John Romita Jr.
2 comentarios:
Un cagarro de los grandes, eso si Romita dibujaba bien todavía en aquella historia.
Creo que de hecho, los últimos dos números los deje sin leer.
Justo, además hiciste bien en dejar de lado los dos últimos números, el final es un desvarío considerable lleno de sucesos que no vienen a cuento y "soluciones" por arte de magia.
¡Saludos y gracias por comentar!
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