Si bien la lluvia empañaba el parabrisas, Ed consiguió conducir hasta las afueras de la ciudad y encontrar de nuevo el apartamento de Jimmy. Al llegar frente al portal, la visión de la ventana seguía siendo la misma, pudiendo apreciarse la luz del televisor desde la calle. Con paso firme, sin siquiera tambalearse, Ed se bajó del vehículo, entró en el edificio y subió las escaleras hasta el apartamento de Jimmy. Tras dos leves golpes en la puerta, una voz contestó desde el interior:
-Pasa, está abierto.
Cerrando la puerta tras de sí y notando el frío tacto del arma que llevaba en el bolsillo de la empapada gabardina, Ed vio a Jimmy sentado apaciblemente en el sofá, sin preocuparse por nada.
-Ah, hola Ed, eres tú. ¿Qué te trae por aquí?
-Sólo son… negocios del Don. Yo…-titubeó- Lo siento Jimmy.
Rápidamente, el arma de Ed emitió un destello metálico al entrar en contacto con la luz de la habitación, seguido de un estruendo ensordecedor después del cual Jimmy se desplomó en el suelo. En ese instante, Ed no pudo evitar sentirse mal, un sudor frío recorrió su frente y decidió encender un cigarrillo antes de telefonear al Don.
-¿Sí?
-Soy yo, que los chicos vengar a por Jimmy.
- Bien hecho, ven a verme de inmediato.- contestó el Don, esbozándose una sonrisa en su malicioso rostro.
El despacho del Don era una gran sala rectangular, con un largo escritorio en un extremo y una chimenea en el otro, de forma que prácticamente la mitad de la estancia quedaba en penumbra. Pasado un incómodo silencio, el Don se sirvió un whisky pausadamente y por fin se dirigió a Ed, quien aguardaba impaciente sentado en una de las butacas de la sala.
-Se que ha sido muy duro para ti, Ed así que te felicito por la enorme lealtad que has demostrado tener hacia mí.
-Gracias, yo…
-Estoy al tanto de que Jimmy era un gran amigo tuyo, pero lo que me hizo fue imperdonable.
-Lo sé, sólo hay un problema.
-No, no te preocupes; los chicos se encargarán de todo. Será como si nada en absoluto hubiera pasado.
-No es eso…
En ese momento, el agudo sonido de las sirenas de la policía rompió la tranquilidad que envolvía el hogar del Don. Después de observar por la ventana cómo un gran número de coches patrulla rodeaba la zona, la expresión del Don cambió bruscamente desde mostrar la más profunda satisfacción hasta una mueca deformada por el horror; cayendo al suelo el vaso de whisky que sujetaba en sus manos , donde se rompió en mil pedazos.
-¡Tú!-exclamó clavando su fría mirada en Ed- ¿Cómo has podido?...Confiaba en ti, maldito…
De repente, la puerta del despacho voló por los aires, permitiendo el paso a cinco hombres ataviados con uniforme.
-¡Alto en nombre de la Ley! ¡Manos arriba!
Una vez hubo intercambiado unas palabras con la policía, Ed salió a la calle, donde las fuerzas del orden se llevaban arrestados en sus vehículos a varios miembros de la banda. Mientras pensaba en lo complicada que había resultado la jugada y los engaños que se había visto obligado a perpetrar para meter al Don entre rejas, Ed distinguió una figura familiar entre la multitud. Se trataba de Jeannie, quien corrió a sus brazos para felicitarle por haber puesto fin a aquella horrible pesadilla que tanto daño les había causado.
-Pasa, está abierto.
Cerrando la puerta tras de sí y notando el frío tacto del arma que llevaba en el bolsillo de la empapada gabardina, Ed vio a Jimmy sentado apaciblemente en el sofá, sin preocuparse por nada.
-Ah, hola Ed, eres tú. ¿Qué te trae por aquí?
-Sólo son… negocios del Don. Yo…-titubeó- Lo siento Jimmy.
Rápidamente, el arma de Ed emitió un destello metálico al entrar en contacto con la luz de la habitación, seguido de un estruendo ensordecedor después del cual Jimmy se desplomó en el suelo. En ese instante, Ed no pudo evitar sentirse mal, un sudor frío recorrió su frente y decidió encender un cigarrillo antes de telefonear al Don.
-¿Sí?
-Soy yo, que los chicos vengar a por Jimmy.
- Bien hecho, ven a verme de inmediato.- contestó el Don, esbozándose una sonrisa en su malicioso rostro.
El despacho del Don era una gran sala rectangular, con un largo escritorio en un extremo y una chimenea en el otro, de forma que prácticamente la mitad de la estancia quedaba en penumbra. Pasado un incómodo silencio, el Don se sirvió un whisky pausadamente y por fin se dirigió a Ed, quien aguardaba impaciente sentado en una de las butacas de la sala.
-Se que ha sido muy duro para ti, Ed así que te felicito por la enorme lealtad que has demostrado tener hacia mí.
-Gracias, yo…
-Estoy al tanto de que Jimmy era un gran amigo tuyo, pero lo que me hizo fue imperdonable.
-Lo sé, sólo hay un problema.
-No, no te preocupes; los chicos se encargarán de todo. Será como si nada en absoluto hubiera pasado.
-No es eso…
En ese momento, el agudo sonido de las sirenas de la policía rompió la tranquilidad que envolvía el hogar del Don. Después de observar por la ventana cómo un gran número de coches patrulla rodeaba la zona, la expresión del Don cambió bruscamente desde mostrar la más profunda satisfacción hasta una mueca deformada por el horror; cayendo al suelo el vaso de whisky que sujetaba en sus manos , donde se rompió en mil pedazos.
-¡Tú!-exclamó clavando su fría mirada en Ed- ¿Cómo has podido?...Confiaba en ti, maldito…
De repente, la puerta del despacho voló por los aires, permitiendo el paso a cinco hombres ataviados con uniforme.
-¡Alto en nombre de la Ley! ¡Manos arriba!
Una vez hubo intercambiado unas palabras con la policía, Ed salió a la calle, donde las fuerzas del orden se llevaban arrestados en sus vehículos a varios miembros de la banda. Mientras pensaba en lo complicada que había resultado la jugada y los engaños que se había visto obligado a perpetrar para meter al Don entre rejas, Ed distinguió una figura familiar entre la multitud. Se trataba de Jeannie, quien corrió a sus brazos para felicitarle por haber puesto fin a aquella horrible pesadilla que tanto daño les había causado.
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