domingo, 28 de febrero de 2010

THE ROAD

Desde su publicación en 2006, The Road se ha convertido en todo un éxito de ventas y crítica, ganando el premio Pulitzer y dando a su autor, el estadounidense Cormac McCarthy, el reconocimiento que merecía desde hace tiempo (entre sus obras figura, por ejemplo, No Country for Old Men) hasta el punto de convertirse en una de las novelas más valoradas de la recién terminada década.

The Road resulta una lectura compleja, casi tan ardua como el paisaje que nos presenta, con multitud de niveles. En ella, un padre y su hijo, cuyos nombres desconocemos en todo momento, atraviesan unos Estados Unidos devastados rumbo a la costa, su última esperanza. Nada sabemos acerca de los dramáticos acontecimientos que han llevado al mundo a semejante nivel de degeneración, donde la naturaleza ha muerto por completo y los pocos humanos que sobreviven son hostiles con sus semejantes. En este desolador terreno somos testigos de la lucha diaria del padre y su hijo, de sus momentos de absoluta desesperación y de cómo, a pesar de las barbaries cometidas por los hombres que contemplan durante su recorrido, los dos protagonistas consiguen seguir hacia delante gracias a la esperanza y el amor único que los mantiene juntos.

Así, el relato de The Road nos deja con pasajes realmente desgarradores e implica a los lectores tanto en las desgracias como en los logros que acontecen a la pareja principal. Aparentemente, esto podría chocar con el estilo simplista (a primera vista) de McCarthy: frases separadas exclusivamente por puntos y unidas por la conjunción y, diálogos igual de esquemáticos en que no se señala quién interviene y algunas expresiones repetidas. Nada más lejos de la realidad. Parte de la maestría de esta obra reside en su poderosa capacidad de evocación, cómo nos sumerge en los ambientes post-apocalípticos y nos presenta temas universales vinculados con la propia esencia de los seres humanos.

Si bien es pronto para decirlo, posiblemente nos encontremos ante una obra maestra actual, ya sea por las cualidades antes citadas o por la concepción que presenta de la naturaleza, propia de nuestro tiempo. Al fin y al cabo, la carretera por la que caminan los protagonistas es una sutil alegoría de la vida.


Recientemente se estrenó en cines la adaptación homónima de John Hillcoat, fiel al espíritu original; si bien se toma las licencias necesarias para dar el salto entre medios de forma adecuada.

Como película, The Road posee una dirección estándar y un ritmo lento, que puede llevar a dificultar su disfrute a quienes desconozcan la novela. Sin embargo, cuenta con aciertos como la recreación de los estériles paisajes repletos de ceniza, una fotografía prácticamente exenta de color, una banda sonora correcta y, lo más importante, las convincentes actuaciones de un reparto entregado. Entre sus miembros encontramos a Charlize Theron, Robert Duvall y Guy Pearce con breves intervenciones, pero quienes conducen la película son el joven Kodi Smith-McPhee y el inconmensurable Viggo Mortensen, siempre esforzándose en sus papeles.

Aunque no deja de ser un filme interesante, puede funcionar mejor como complemento de la de la novela, cuya lectura recomiendo encarecidamente y que seguramente no dejará a nadie indiferente.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Bored to Death: Que él resuelva algo sí que es un misterio


Cuando su novia le abandona, el escritor Jonathan Ames ve cómo su vida se desmorona a su alrededor, por lo que, con la intención de dotarla del sentido del que carece, decide anunciarse como detective privado sin licencia y termina viéndose envuelto en casos de lo más disparatado.

Basada en las experiencias reales del propio Ames y escrita por él mismo, la nueva serie de la HBO nos transporta a un mundo gobernado por lo absurdo y el patetismo de sus personajes, todos ellos con grandes carencias (empezando por el protagonista, un antihéroe en toda regla incapaz de poner un poco de orden en su día a día). Con esta premisa, Bored to Death tiene la ocasión de parodiar las novelas policíacas, quedando sus misterios y resoluciones en el extremo opuesto a los casos del Philip Marlowe de Raymond Chandler, en quien se inspira Jonathan para iniciar su trabajo como detective.

Para encarnar a semejantes fantoches, esta comedia cuenta con un reparto de lo más acertado, que incluye al actor Jason Schwartzman (miembro de la famila Coppola que luce una peculiar melena) como una versión del guionista y creador de la serie, la estrella de The Hangover Zach Galifianakis en el papel del dibujante de cómics amigo del protagonista y con Ted Danson (todo un veterano en el mundo de las series al haber participado en Cheers o Becker, entre otras) interpretando al editor de la revista para la que Ames trabaja. A todos éstos se les suman los cameos de actores como Oliver Platt o el del cineasta Jim Jarmusch, que dan lugar a momentos desternillantes.


La parodia, los enredos, los buenos actores y sobre todo el humor absurdo ambientado en Brooklyn no se echarán de menos en Bored to Death, una de las sorpresas de la temporada que afortunadamente ya ha renovado para una segunda entrega.


lunes, 15 de febrero de 2010

Superman: Nuevo Krypton

Son muchos los nombres que recibe Superman, y entre ellos se encuentra "el último hijo de Krypton" en representación a la herencia de su planeta destruido que el hombre de acero lleva sobre sus hombros. Casi desde sus orígenes, han ido apareciendo restos de su planeta natal y otros supervivientes como Supergirl, Krypto o el general Zod que hacían dudar de la condición antes mencionada de Kal-El. Pues bien, para eliminar este aspecto y otra de las constantes del personaje como es la existencia de la ciudad embotellada de Kandor, esta última ha recuperado su tamaño original y se ha asentado en la Tierra, justo al lado de la Fortaleza de la Soledad, de la noche a la mañana, con las dramáticas consecuencias que esto ha traído para Superman y sus allegados.



Durante los últimos cinco meses, en las colecciones de Superman se han desarrollado las repercusiones de tan inesperado suceso, con la intervención de un buen número de personajes del Universo DC (a excepción de Batman, dadas sus complicadas circunstancias actuales) y la aparición de otros nuevos. El trío de guionistas compuesto por James Robinson, Sterling Gates y Geoff Johns ha hilvanado una historia que avanza en varios y complicados frentes: por un lado tenemos la lucha de Superman contra los conflictos que asolan a sus dos familias y por el otro los enrevesados planes que tejen los genios Lex Luthor y cierto general estadounidense, ambos enfrentados en el fondo; por no mencionar las subtramas como la relacionada con la identidad de Superwoman. Sin embargo, en el último número no se despliega todo el arsenal reunido durante los episodios anteriores, sino sólo una pequeña parte para dejarnos con un inmenso continuará que se prolongará durante unos cuantos meses.

En el apartado gráfico, Pete Woods, Renato Guedes y Jamal Igle cumplen adaptándose correctamente a la recreación de la ciudad kryptoniana, de sus habitantes y de los numerosos villanos del hombre de acero que entran en escena, como el ya mencionado Luthor o Brainiac, Metalo, Reactron y Juicio Final, a parte de todos los héroes que desfilan por estas páginas.

Nuevo Krypton ha conseguido mantener la emoción de seguir la colección mes a mes, pero su final inconcluso nos deja con un panorama que se alargará durante los próximos meses en beneficio de la editorial y sus cada vez más descuidadas publicaciones (véase la no inclusión de portadas alternativas y la futura separación de Supergirl de la cabecera principal cuando los eventos narrados siguen ligados a ella).

sábado, 13 de febrero de 2010

Perdidos: El fin del principio


La semana pasada se estrenó en Estados Unidos la sexta y última temporada de Perdidos. Por increíble que parezca, la serie llega a su fin después de conseguir lo inimaginable y, como siempre ha sucedido, no hay el menor indicio de que se vaya a ofrecer una explicación a todo lo sucedido en la Isla.


En todos los aspectos, puede decirse que Perdidos (junto a otros títulos de calidad) ha cambiado el modo de hacer series de televisión en la actualidad. Para probarlo están los avances ténicos introducidos, la complicada fragmentación de sus capítulos con varias líneas temporales y el fenómeno que ha supuesto al mantener a miles de espectadores pendientes de lo que ocurre en una serie que sugiere más que explica y se adentra en terrenos de la ciencia ficción que normalmente no suelen ser bien acogidos por el gran público. Además, cuenta ya con una iconografía propia que fomenta exposiciones de objetos aparecidos en la serie y viajes a los lugares en que se rodó.

A todo esto hay que sumarle el reparto internacional y los personajes tan humanos que representan, cómo cambian según los acontecimientos y toman decisiones de lo más arriesgadas. Mención aparte merece la música, obra de un genio como es el compositor Michael Giacchino, con un trabajo cada vez más reconocido en el mundo del cine.

Personalmente, hace 5 años que descubrí la serie, cuando empezó a emitirse por aquí, y guardo un grato recuerdo de éste y otros momentos de ella como la "casi" muerte de uno de los protagonistas en la primera temporada, la relación de Desmond y su constante en la segunda y cuarta, el final de la tercera o un buen número de revelaciones en la quinta temporada que nos dejaron a todos más desconcertados si cabe.


Visto el comienzo de la sexta temporada, surgen más preguntas que respuestas, van y vienen nuevos y conocidos personajes; y a todo esto ya nos han dejado con momentos memorables (véase la secuencia del aterrizaje de cierto avión). Son muchos los que se preocupan por su final, pero creo más oportuno detenerse a valorar su insólito camino, digno de admiración.

viernes, 5 de febrero de 2010

Invictus: El factor humano

Basada en la novela de John Carlin El factor humano, la película Invictus narra la complicada situación a la que tuvo que hacer frente Nelson Mandela al asumir la presidencia de Sudáfrica en 1994, encontrándose con un país desestructurado debido a los problemas sociales y raciales derivados del recientemente desaparecido apartheid. Una de sus calculadas maniobras en busca de la unidad fue su apoyo a la selección nacional de rugby, los Springboks, durante el Mundial de 1995, consiguiendo un fenómeno verdaderamente insólito.

El maestro Clint Eastwood regresa con un filme, sin duda a la altura de sus anteriores obras, en el que retrata el valor del deporte para eliminar diferencias de cualquier índole entre humanos y fomentar principios como la cooperación y el esfuerzo; ofreciendo así un enfoque completamente opuesto a aquel que algunos individuos deplorables le confieren fomentando la violencia, división e incluso la demagogia más deleznable. Además, Invictus homenajea una figura tan emblemática como la del dirigente político Nelson Mandela, con una visión de la venganza contraria a anteriores trabajos del director como son Sin Perdón, Poder Absoluto, Mystic River o la reciente Gran Torino, dejando a un lado su aspecto más trágico y remarcando la importancia del perdón, que queda patente en la figura de Mandela, quien tras 27 años de prisión no guardó ningún rencor a sus captores.



Con una historia de semejante trascendencia sobre la que trabajar, Clint demuestra una vez más su maestría haciendo uso de sus estilo clásico, manteniendo el ritmo en todo momento y desarrollando secuencias tan emotivas como la visita de los Springboks a los suburbios o el partido final, que convierte en una gesta épica y donde queda patente su manejo y completo control de la narración (prueba de ello es el empleo de la cámara lenta justo cuando todos lo esperábamos).

Eastwood es un gran director de actores, y así lo justifica el buen trabajo del reparto en general, que además guarda un parecido razonable con los protagonistas reales de los hechos . Sin lugar a dudas el que más destaca es Morgan Freeman, antiguo amigo del director desde Sin Perdón que se reafirma como el alma de la película. Freeman capta el aura de bondad y esperanza de Mandela en todo momento, calcando su personalidad no sólo con la voz, sino con una serie de gestos y movimientos propios del político (incluso en un instante nos deja un pequeño recuerdo a nuestro querido Red de Cadena Perpetua, en la escena de la prisión). Destaca también Matt Damon en su papel del capitán de los Springboks, François Piennar, al tratarse del personaje que más cambios experimenta a lo largo del filme y hay que mencionar la breve aparición de Scott Eastwood, hijo del director que ya tuvo un pequeño cameo en Gran Torino.



Por si esto no fuera poco, Invictus cuenta con una detallada ambientación acompañada por una luminosa fotografía que refleja así los tiempos de cambios vividos y puede presumir también de banda sonora. Compuesta por Kyle Eastwood, se adecúa a cada momento y nos deja canciones memorables como 9,000 Days o Colorblind.

Siguiendo con su ritmo habitual, Clint ya prepara nueva película para este año, Hereafter, thriller sobrenatural con Damon de protagonista. Hasta entonces, podemos conformarnos con Invictus, el emotivo y épico trabajo de un director de leyenda que pasa a sumarse a su ya mítica filmografía.