Dado que hoy se celebra el Día del Libro, en What's the rumpus? se inaugura una nueva sección, relatos. He aquí la primera entrega del cuento de creación propia titulado El Último Encargo:
El último encargo
El ruido de un coche rompía el silencio que reinaba en las oscuras calles de la ciudad. La persona que lo conducía, Ed, no podía dejar de pensar en el encargo que acaba de recibir unas pocas horas antes. Al ser el hombre de confianza del Don, debía encontrar y acabar con el chivato que tenía el valor de pasar información a la policía justo en medio de la guerra de bandas contra los irlandeses. Las sospechas del Don se centraban en Jimmy, colega y amigo íntimo de Ed.
Cuando llegó ante la casa de su amigo y paró el coche, Ed observó la luz de un televisor encendido que se proyectaba a través de la ventana del apartamento. Jimmy estaba ahí sentado, frente al televisor, y era su misión entrar y dispararle por haber engañado al Don. Cuando se disponía a salir del coche, comenzó a llover. Justo entonces Ed se dio cuenta de que aún no podía hacerlo. Antes necesitaba consejo, y quién mejor que Jeannie para proporcionárselo.
El motor rugió al arrancar y, aunque la lluvia apenas le dejaba ver, Ed se las arregló para llegar hasta el centro de la ciudad, donde vivía Jeannie. A pesar de haberla conocido por casualidad en el momento en que pasó a formar parte de la banda del Don, quien los presentó; una relación muy especial había surgido entre ambos, de modo que Jeannie acabó convirtiéndose en la persona con quien consultaba todas sus decisiones y le daba tan buenos consejos, con los cuales Ed había logrado convertirse en el hombre de confianza del Don; y todo gracias a Jeannie, su confidente.
Ed llamó a la puerta, invitándole a entrar la dulce voz de Jeannie. Una vez dentro del lujoso apartamento, Ed la encontró sentada en el tocador, maquillándose frente al espejo.
-¿Qué sucede esta vez?- preguntó ella.
-Se trata de Jimmy, he recibido el encargo de acabar con él, pero… no puedo.
-Me esperan en una gala benéfica, así que seré breve: debes hacer como hasta ahora y seguir las órdenes del Don si quieres que deposite su confianza en ti.
-Sí, pero…
-Lo siento, debo irme. Sabes que eres bien recibido aquí, aunque ahora tenga que marcharme y pedirte que te vayas.
Pensativo, Ed dejó el apartamento y volvió en silencio hasta el coche. Jeannie tenía toda la razón, como siempre.
Cuando llegó ante la casa de su amigo y paró el coche, Ed observó la luz de un televisor encendido que se proyectaba a través de la ventana del apartamento. Jimmy estaba ahí sentado, frente al televisor, y era su misión entrar y dispararle por haber engañado al Don. Cuando se disponía a salir del coche, comenzó a llover. Justo entonces Ed se dio cuenta de que aún no podía hacerlo. Antes necesitaba consejo, y quién mejor que Jeannie para proporcionárselo.
El motor rugió al arrancar y, aunque la lluvia apenas le dejaba ver, Ed se las arregló para llegar hasta el centro de la ciudad, donde vivía Jeannie. A pesar de haberla conocido por casualidad en el momento en que pasó a formar parte de la banda del Don, quien los presentó; una relación muy especial había surgido entre ambos, de modo que Jeannie acabó convirtiéndose en la persona con quien consultaba todas sus decisiones y le daba tan buenos consejos, con los cuales Ed había logrado convertirse en el hombre de confianza del Don; y todo gracias a Jeannie, su confidente.
Ed llamó a la puerta, invitándole a entrar la dulce voz de Jeannie. Una vez dentro del lujoso apartamento, Ed la encontró sentada en el tocador, maquillándose frente al espejo.
-¿Qué sucede esta vez?- preguntó ella.
-Se trata de Jimmy, he recibido el encargo de acabar con él, pero… no puedo.
-Me esperan en una gala benéfica, así que seré breve: debes hacer como hasta ahora y seguir las órdenes del Don si quieres que deposite su confianza en ti.
-Sí, pero…
-Lo siento, debo irme. Sabes que eres bien recibido aquí, aunque ahora tenga que marcharme y pedirte que te vayas.
Pensativo, Ed dejó el apartamento y volvió en silencio hasta el coche. Jeannie tenía toda la razón, como siempre.
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