miércoles, 26 de febrero de 2014

El lobo de Wall Street: Crónica del éxito


A principios de los 90, el joven Jordan Belfort comienza a trabajar en la bolsa de Wall Street con la intención de labrarse una buena fortuna. Pronto descubre los grandes beneficios que le da la venta de acciones basura, reúne a un grupo de buenos amigos y pone en marcha una estafa millonaria que le llevará a vivir una vida de excesos en la que el placer y la ambición no conocen límites. Puede que ni siquiera el FBI pueda perseguirlo por evasión de impuestos.

El maestro ha vuelto. Martin Scorsese lleva demostrando por qué es uno de los mejores directores de la historia del cine durante la totalidad de su carrera. Ha probado una gran variedad de registros, y de todos ellos ha salido airoso al narrar historias con personalidad y arriesgando formalmente. En su filmografía encontramos películas deportivas (Toro salvaje), thrillers criminales (El cabo del miedo), romances de época (La edad de la inocencia), dramas históricos (El aviador) y hasta comedias disparatas (¡Jo, qué noche!) y amargas (El rey de la comedia). Tras adentrarse en el terreno del thriller psicológico con la excelente Shutter Island y en el de las aventuras juveniles mientras rendía un homenaje al cine con Hugo, Scorsese ha regresado para tratar un tema de máxima actualidad bajo una mirada crítica, cínica y divertida al mismo tiempo que retoma temas tratados en algunas de sus obras magnas, como Casino.


El lobo de Wall Street parte del guión elaborado por Terence Winter, con quien Scorsese colaboró en el desarrollo de la serie Boardwalk Empire, y que a su vez está basado en las memorias del protagonista, estafador profesional en la vida real. El lobo de Wall Street supone una crítica demoledora al sistema culpable de la desastrosa crisis económica de 2008, cuyas secuelas todavía sufrimos, pero, en vez de situar la acción en fatídico año como ya hiciera la estupenda Margin Call, vuelve la vista atrás unos 20 años, al Wall Street de American Psycho. Allí conoceremos a un grupo de personajes ambiciosos, quienes amasarán desorbitadas fortunas a base de engañar a sus clientes y de especular con su dinero. Gracias a las inmensas ganancias que obtienen, Belfort y su tropa llevan una vida de lujos, superficialidad y desenfreno, su ambición no conoce límites, la búsqueda del placer domina sus vidas, con el sexo y las drogas de diseño como estandartes.


Narrada en tono de comedia ácida y crítica, durante las tres horas que dura El lobo de Wall Street presenciaremos varios episodios de la vida de Belfort que abarcan desde sus tácticas de engaño a las diferentes etapas que atraviesa su relación con su mujer, pasando por las celebraciones que tienen lugar en su oficina, los viajes de placer, los hilarantes pero patéticos estragos que causan las drogas en su vida, los métodos que usa para evadir impuestos y sus encontronazos con el FBI. A pesar de su duración, la película consigue entretener y divertir en todo momento, cuenta con un ritmo endiablado, y en este sentido supone un festín de recursos narrativos que incluyen secuencias planificadas con brillantez, voces en off y hasta rupturas de la cuarta pared. Scorsese no se permite concesiones y opta por un tono visceral, por lo que predominan el lenguaje soez y las escenas de sexo explícito que contribuyen a contrastar el tono cómico con la aguda crítica al "éxito" y los excesos de los que disfrutan estos personajes, quienes, por desgracia, me temo que no distan demasiado de los estafadores reales. Puede que estos rasgos asusten a algunos espectadores y les desanimen a la hora de disfrutar de esta gran película, sin embargo, quiero resaltar que no estamos ante una película superficial, sino que cuenta con un trasfondo rico y descreído que no cuesta demasiado ver reflejado en nuestra triste realidad. En este aspecto, me fascinó el contraste entre los personajes de Belfort y de su antagonista, el agente del FBI que le persigue, así como la escena de la conversación que mantienen en el yate del primero. Al final de la película podemos comprobar cómo nuestra sociedad, en la que el éxito económico prima sobre todo lo demás, ensalza a Belfort como a un héroe y acude a sus charlas para aprender sus trucos sin importar las personas a las que robó; mientras que el agente de la ley que consiguió atraparte, lejos de ser recibido como Eliot Ness cuando capturó a Al Capone, se ve condenado al anonimato y debe volver a casa en un mundano vagón de metro.


Semejante proeza cinematográfica no podría haberse logrado sin un equipo entregado, y es aquí cuando llega el momento de alabar al reparto. A lo largo de las tres horas que dura esta corrosiva epopeya americana, veremos desfilar por la pantalla a un grupo de personajes extravagantes unidos por la ambición, interpretados por actores que van desde el veterano director Rob Reiner (Cuenta conmigo) a Jean Dujdardin (The Artist), quien parece que por fin encuentra su lugar en Hollywood. En este apartado destaca también el trabajo del siempre adecuado Kyle Chandler (Super 8), de Jon Bernthal (The Walking Dead), del también director Jon Favreau (Iron Man) y la breve pero antológica aparición de Matthew McConaughey, quien está inmenso. Llegamos al trío protagonista, donde Jonah Hill sorprende como la trasnochada mano derecha de Belfort, demostrando que su papel en Moneyball no fue un golpe de suerte y que de verdad tiene talento para la comedia y el drama. Por otra parte, uno de los descubrimientos de la película es la joven Margot Robbie, quien se da a conocer al gran público con un papel femenino fuerte y arriesgado. Por último, sería impensable hablar de El lobo del Wall Street sin dedicarle unas alabanzas a Leonardo DiCaprio, ya nadie puede dudar que estemos ante uno de los mejores actores de su generación. Desde que al trabajar con Martin Scorsese y Steven Spielberg hace una década diera un nuevo rumbo a su carrera, este señor no ha cesado de deslumbrarnos y de aportar intensidad y credibilidad a los personajes que interpreta, ya sean policías infiltrados, mercenarios, agentes secretos, padres de familia, ladrones de sueños o terratenientes sureños. En El lodo de Wall Street se come la pantalla, DiCaprio se transforma en Belfort y apenas abandona a los espectadores en su particular ascenso a las cimas del éxito, le veremos reír, drogarse, mentir, estafar y también sufrir. En definitiva, estamos ante un inmenso actor, y su amistad y colaboración con Scorsese cada vez saca lo mejor de su talento interpretativo.


La demoledora El lobo de Wall Street supone una crítica rabiosa, enfurecida y contundente al mundo de los corredores de bolsa, sus excentricidades, crímenes y ambición sin límites. Nada que reprocharle a esta nueva obra magna del maestro Scorsese, tan sólo que se me terminó asemejando bastante a la también magistral Casino, tanto en forma como en contenido; pero, al fin y al cabo, ¿qué son los brokers sino mafiosos y especuladores codiciosos? No se la pierdan, no les dejará indiferentes.


martes, 25 de febrero de 2014

Al encuentro de Mr. Banks: La creación de Mary Poppins


A principios de la década de los 60, la novelista británica P.L. Travers se ve forzada a vender los derechos de Mary Poppins a Walt Disney, quien lleva insistiendo varios años en realizar una adaptación cinematográfica de la obra. Para ello, Travers viajará a Los Ángeles, donde no soportará los choques culturales y tendrá varios enfrentamientos con Disney, al mismo tiempo que revive su infancia y los hechos que la influyeron al escribir su novela.

Una de las apuestas de Disney para la actual temporada de premios ha sido Al encuentro de Mr. Banks (Saving Mr. Banks), que se alza como un digno ejercicio de metacine para narrarnos la historia tras la creación de uno de los clásicos de la factoría Disney, Mary Poppins. Escrita por las semidesconocidas Sue Smith y Kelly Marcel, la película bucea en el terreno del drama ligero al alternar la producción de la mencionada película con los episodios de la niñez de la escritora y la personalidad distante de su padre, que todavía tiene ecos en el presente. Dirige John Lee Hancock, responsable de películas menores como Un sueño posible (que le dio el Oscar a Sandra Bullock) y también del guión de la curiosa Medianoche en el jardín del bien y del mal. Hancock mantiene el ritmo de la película sin sorpresas y alterna con tacto el drama con la comedia, filmando una película amable y entrañable de pocas pretensiones, que no adormece pero tampoco fascina.


Uno de los puntos más interesantes del filme es el trabajo del reparto, capitaneado por el choque entre las personalidades opuestas de los personajes de Emma Thompson y Tom Hanks. Considero a Thompson una actriz con sorprendentes cualidades dramáticas, pero por desgracia lleva años apartada de los papeles que la llevaron a la fama durante los 90. En Al encuentro de Mr. Banks resulta bastante repelente, cansina y cargante con las manías y quejas de su personaje, pero por suerte consigue aportarle humanidad y logra que resulte creíble. Algo parecido le ha pasado a Tom Hanks, quien por fin ha vuelto como actor de alto nivel gracias a su papel en Capitán Phillips y en la película que hoy nos ocupa, donde da vida a un afable y tenaz Walt Disney en sus últimos años de vida. El resto del reparto está correcto sin más, destacan Jason Schwartzman y B.J. Novak como los hermanos Sherman, genios creativos a las órdenes de Disney; la humilde participación de Paul Giamatti, y la intervención de Colin Farrell, aunque comedida, termina cansando.


La banda sonora del siempre admirable Thomas Newman (Skyfall) mezcla temas propios con los conocidos de Mary Poppins, acentuando el tono amable de la película. Sin embargo, tras ver Al encuentro de Mr. Banks me llamó la atención que, más que despertar el interés por P.L. Travers, con quienes los espectadores conseguimos simpatizar, el filme consigue que nos entre curiosidad acerca de la figura de Walt Disney y de sus métodos de trabajo, de quien sólo vemos algunas pinceladas dedicadas a su infancia, su tenacidad, su relación con sus colaboradores y partes de su estudio repleto de premios Oscar. Sin duda una película dedicada al genio de la animación y sus múltiples facetas resultaría más que fascinante. Hasta que podamos verla, tendremos que conformarmos con su participación en la modesta y entretenida Al encuentro de Mr. Banks.

sábado, 22 de febrero de 2014

X-Men: La batalla del átomo

Los mutantes cada vez están más divididos. La llegada al presente de los cinco integrantes originales de la Patrulla X ha contribuido a incrementar el cisma en vez de traer nueva esperanza. Además, ha puesto en serio peligro el continuo espacio-tiempo, lo cual se hace evidente con la aparición inesperada de una Patrulla X del futuro que viene a devolver a los jóvenes mutantes al pasado al que corresponden. Sin embargo, no son pocos quienes sospechan que los mutantes del futuro ocultan oscuros secretos.

Personalmente, el panorama de los mutantes me resulta bastante atractivo desde los sucesos de Cisma hace casi dos años: Jason Aaron aportó frescura y recuperó el pasado de Claremont con la puesta en marcha de Lobezno y la Patrulla X, y el desembarco de Bendis en los mutantes me está resultando bastante divertido, sobre todo los contrastes que plasma en La nueva Patrulla X. Lo único que no me ha convencido hasta ahora ha sido el crossover de Vengadores vs. Patrulla X, demasiado largo y repetitivo. En los últimos dos meses hemos podido disfrutar de otro macroevento que ha unido a las cuatro colecciones mutantes principales para narrarnos una aventura digna de viajes temporales, poder y responsabilidad, y de más tensión si cabe en el seno de la familia mutante.

Como arquitecto detrás de este evento se encuentra Brian Michael Bendis, quien vuelve a jugar con los viajes en el tiempo, las paradojas temporales y las alteraciones del tejido espacio-tiempo como ya hiciera en su etapa final en Los Vengadores con resultados dispares. Le acompañan el mencionado Jason Aaron y Brian Wood, quienes dejan a un lado las tramas que pueblan sus propias colecciones para seguir las instrucciones de Bendis. En su conjunto, La batalla del átomo constituye una lectura digna y divertida, repasa lo que ha sucedido en el universo mutante durante los últimos meses y plantea nuevas amenazas y cuestiones que los personajes deberán afrontar a corto plazo, la gran mayoría de ellas relacionadas con la estancia de los mutantes originales en el turbulento presente y con el creciente poder de la joven Jean Grey. También hay que reconocer que la saga no se alza como ninguna maravilla ni obra a tener en estima dentro del rico panorama actual del noveno arte, tampoco es que aspire a ello, ni siquiera a dar una vuelta de tuerca a los mutantes y su condición de héroes proscritos; pero sí es un cómic entretenido, de ágil lectura y una pieza más dentro del fascinante escenario en el que se hallan inmersos los herederos del sueño de Xavier.


El apartado gráfico es mucho más variado que el plantel de escritores, pues nos encontramos a Frank Cho al frente de dos números especiales, Stuart Immonen sigue obrando maravillas en la su propia cabecera, lo cual no se puede decir del irregular Chris Bachalo en La imposible Patrulla X. Por su parte, tanto David López como Giuseppe Camuncoli realizan trabajos sencillos pero dignos en X-Men y en Lobezno y la Patrulla X, respectivamente; éste último sustituyendo al inigualable Nick Bradshaw. 


Los efectos de esta escaramuza entre mutantes ya pueden observarse en las nuevas entregas de las series regulares: Lobezno pedirá cuentas a SHIELD por poseer Centinelas en su arsenal, Kitty Pryde y los cinco jóvenes originales cambian de bando, y además tenemos más viajeros temporales estancados en el presente para enmarañar todavía más el tejido espacio-tiempo, por no mencionar la puesta en marcha de Amazing X-Men, cabecera que promete mucho. En conjunto, La batalla del átomo entretiene de principio a fin, revuelve el mundo mutante y enfrenta a nuestros protagonistas a inminentes amenazas.

miércoles, 12 de febrero de 2014

American Hustle: La gran estafa americana


El timador Irving Rosenfeld ve su sueño más cerca de cumplirse cuando conoce a Sydney, quien le iguala en ambición. Juntos ponen en marcha varias estafas con las que ganar pequeñas fortunas, hasta que llaman la atención del agente federal DiMaso, quien les obliga a ayudarle a destapar un caso de corrupción que involucra al alcalde de Nueva Jersey y a varias familias mafiosas de la costa Este.

Apenas un año después de que estrenara su anterior trabajo, la divertida y recomendable El lado bueno de las cosas (Silver Linings Playbook), el director David O. Russell vuelve para continuar la racha que iniciara con la correcta The Fighter. En esta ocasión adapta, junto al guionista Eric Warren Singer, los sucesos relacionados con la operación Abscam que el FBI llevó a cabo a finales de los 70 para destapar varios casos de corrupción. American Hustle se centra en un par de timadores y las circunstancias que les rodearon y les involucraron en dicha ocasión, y con esta historia nos presenta y explora a un grupo de personajes unidos por su condición de soñadores: los protagonistas de la película aspiran a ser alguien diferente de quienes son, cada uno según sus propios ideales de éxito, y de esta forma conectan sus ideales con los principios del sueño americano.


Bebiendo de obras como El golpe, Casino, Rounders o American Gangster, American Hustle nos traslada a unos particulares años 70, poblados por peinados imposibles, vestimentas exageradas y personajes ambiciosos que se verán envueltos en una trama de enredos y juegos para ver quién es más listo y que involucra a agentes federales, mafiosos y políticos, siempre en tono de comedia ácida. En este aspecto juegan un papel fundamental los ágiles diálogos, marca de la casa desde El lado bueno de las cosas, mordaces y llenos de ingenio; y por supuesto una puesta en escena que confía en seguir a los personajes en todo momento, bebiendo formalmente del Casino de Scorsese o de los primeros trabajos de Paul Thomas Anderson. Incluso en la selección musical se inspira en estos dos directores, con elecciones de canciones de la época más que acertadas, como 10538 Overture de E.L.O.


Además, uno de los pilares fundamentales de American Hustle es el reparto, pues O. Russell ha demostrado ser un gran director de actores, y sin su trabajo una historia de estas características no despertaría ni la mitad del interés que está generando. Todos los intérpretes están excelsos, desde secundarios como Jeremy Renner, actor de inmenso potencial, un irascible Bradley Cooper y una despampanante Jennifer Lawrence, quienes consiguen hacer que sus personajes resulten cargantes pero humanos; hasta la pareja protagonista formada por Amy Adams, gran actriz donde las haya, y Christian Bale, que vuelve hacer gala de su habilidad para alterar su aspecto físico y su acento. Les acompañan también estimables secundarios como el cómico Louis C.K., y los amigos de Boardwalk Empire Jack Huston y Shea Whigham (quien repite con O. Russell), además de la breve aparición de Robert De Niro, que tristemente es de lo mejor que está haciendo en la actualidad, dadas las penosas películas que protagoniza.


Puede que le sobre algo de metraje, termine haciéndose un poco larga y su mensaje no sea demasiado profundo, contundente ni rompedor, pero American Hustle resulta una película disfrutable de principio a fin, divertida, ingeniosa, en línea con los anteriores trabajos del director y protagonizada por un reparto de astros. Más que recomendable.


Ficha de la película.

lunes, 3 de febrero de 2014

Adiós al Actor

Una triste e inesperada noticia nos ha sacudido a los amantes del cine: la del fallecimiento del actor neoyorkino Philip Seymour Hoffman a los 46 años de edad, posiblemente por una sobredosis. 


Personalmente, descubrí a Hoffman gracias a su divertido papel en la comedia Y entonces llegó ella (2004), en la que llenaba la pantalla con cada aparición como Sandy Lyle, el amigo del personaje de Ben Stiller que vivía de los éxitos de su pasado como actor. Fue entonces cuando me di cuenta del inmenso talento de este actor, y de que ya le había visto de secundario en alguna otra película. Desde aquel momento, decidí seguir de cerca la trayectoria de Hoffman.

Actor de inmenso talento y entregado a cada uno de sus roles, Philip Seymour Hoffman nos deja una extensa filmografía, a pesar de que nos haya abandonado tan joven. Su capacidad para dar vida a personajes complejos, de doble moral, y para llenar la pantalla con cada interpretación hacen que le sitúe al nivel de pesos pesados como Robert De Niro o Al Pacino. Cada nuevo trabajo suyo suponía una pequeña alegría, aunque fuera una aparición en pantalla tan pequeña como la última vez que pude verle en el cine, haciendo de Plutarch en la irregular secuela de Los juegos del hambre.


Todavía no he conseguido ver la totalidad de las películas que componen su intensa filmografía, pero, a modo de homenaje, me gustaría destacar algunos de sus papeles que más me fascinaron: el apocado mayordomo de El gran Lebowski, el amigo del sufrido protagonista de La última noche, el villano de Misión Imposible III (que era lo mejor de la película y lo que se echó en falta en la secuela), el corrompido hermano mayor de Antes que el diablo sepa que has muerto, del también desaparecido Sidney Lumet; el soez agente de la CIA de La guerra de Chalie Wilson, el cura de nuevos métodos de la magistral La duda, el asesor de campaña de Los idus de marzo y el entrenador de baseball de Moneyball. Por supuesto, no hay que olvidar su fructífera colaboración con su amigo Paul Thomas Anderson, a quien acompañó desde su debut en la dirección en Hard 8 hasta su intenso y complejo papel en la reciente The Master, dejándonos por el camino absorbentes roles como el técnico de sonido de Boogie Nights, el enfermero de Magnolia y el rey de los colchones de Punch Drunk Love.


Hoffman también dirigió su propia película, Jack Goes Boating, dio voz a uno de los protagonistas de Mary & Max, y aún podremos disfrutar de su legado un poco más de tiempo, pues tiene pendientes de estreno sus nuevos trabajos en las películas independientes A Most Wanted Man y God's Pocket, así como en la serie de televisión Happyish. Cuesta creer que tengamos que despedirnos de forma tan repentina de un actor excelente, capaz de transformarse e inspirarnos con cada uno de sus papeles. Por suerte, nos quedan sus películas para recordarle y admirarle.