lunes, 25 de noviembre de 2013

Ladrón de ladrones, de Robert Kirkman


Los tiempos de gloria de Redmond han quedado atrás. Del renombrado ladrón de guante blanco de fama internacional apenas queda una sombra, pero la presión constante de viejos compañeros de fechorías, la insistencia de una obstinada agente del FBI y, ante todo, los problemas de su hijo al heredar el negocio familiar, obligarán a Redmond a volver a entrar en acción, despertando viejas deudas y enemistades.

Mientras disfrutaba del éxito sin precedentes de la serie televisiva basada en su propia creación, Los Muertos Vivientes, el guionista Robert Kirkman decidió poner en marcha un nuevo cómic en el que pudiera explorar el proceso creativo que había aprendido en el mundo de la televisión. Así, a mediados de 2012 nació Ladrón de ladrones, colección de la editorial Image en la que el propio Kirkman se encarga del argumento y deja la labor de escribir el guión en manos de escritores que se van turnando por arcos argumentales, mientras que los responsables del apartado gráfico son siempre los magistrales Shawn Martinbrorugh y Félix Serrano. Con esta premisa, el encargado de escribir el primer arco argumental ha sido Nick Spencer, guionista de la irregular Vengadores Secretos. Los primeros números de Ladrón de ladrones no sorprenden demasiado: nos presentan a los protagonistas, sus conflictos personales, nos dejan entrever algunos dolorosos secretos del pasado y cuentan con una trama que bebe de las estratagemas de los canallas de Ocean's Eleven. Así, el cómic cuenta con un desarrollo correcto pero convencional, en el que lo que más llama la atención son los sucesos que han marcado a la familia de Redmond... pero entonces llega el segundo arco.


En esta ocasión, el guión corre a cargo de James Asmus, quien se ha encargado de la colección de Gámbito en solitario, y la historia cobra una nueva dimensión. En la segunda entrega de Ladrón de ladrones entran en juego más fantasmas del pasado, se descubre la carga que Redmond ha traspasado a su hijo, y finalmente se destapan las actividades en las que éste está envuelto, que incluyen negocios con un violento cártel. El cómic adopta el ritmo de un trepidante thriller, repleto de detalles elaborados, subtramas que quedan suspendidas en el aire, y por supuesto de escenas vertiginosas de las que no se sabe cómo saldrán los protagonistas. Después de su final abierto, espero con ganas el tercer volumen, que corre a cargo del siempre estimable Andy Diggle (autor de Los Perdedores).


Emulando de nuevo el formato de las series de televisión, el apartado visual corre a cargo del mismo equipo y son sólo los guionistas quienes van rotando. De este modo, Shawn Martinbrough se encarga de plasmar en viñetas los problemas de Redmond, y lo hace con maestría, haciendo gala de sus personajes bien definidos y de un curioso juego de claroscuros. Personalmente, el trabajo de este dibujante me fascina desde que lo descubriera durante su etapa en Detective Comics y en algunos números sueltos de Los Perdedores. En Ladrón de ladrones sorprende de nuevo con su trazo limpio, si bien se echa en falta que arriesgue algo más con la composición de página, pues a veces da la sensación de estar viendo una serie más que leyendo un cómic. Por suerte, esto se compensa con la paleta de colores de Félix Serrano.

Tras un comienzo lento, Ladrón de ladrones se consolida como un cómic que seguir de cerca dentro del rico panorama de la editorial Image, y también como una nueva jugada acertada de Kirkman, quien ya piensa en llevar el cómic a la pequeña pantalla. Por mi parte, espero con ganas el tercer tomo.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Gravity: En el espacio, nadie puede oírte gritar

Durante una misión de mantenimiento, la doctora Ryan y el astronauta Matt Kowalski presencian un terrible accidente que les deja a la deriva en el espacio, sobre la órbita de la Tierra. Contra todo pronóstico, los dos astronautas harán todo lo que está en su mano y más para buscar un modo de llegar a la Estación Espacial Internacional y regresar a la Tierra.


Gravity es la esperada nueva película del director Alfonso Cuarón, la cual llevaba años en desarrollo y de la que se conocía que contaría con un reparto mínimo y con efectos especiales revolucionarios. Cuarón pertenece a la generación de directores mexicanos, junto a Guillermo Del Toro y Alejandro González Iñárritu, que saltaron al mercado del cine estadounidense a mediados de los 90 y desde entonces han filmado películas en las que queda patente su sello particular. En el caso de Cuarón, ha explorado distintos géneros, manteniendo siempre un ligero tono oscuro y la presencia de personajes que buscan conectar con otros tras haber sufrido algún duro trauma en el pasado. En su filmografía destacan la tercera parte de Harry Potter, que rompió con el tono familiar de las dos anteriores entregas, la versión contemporánea de Grandes esperanzas de Dickens, y mis dos favoritas: La Princesita, un durísimo cuento narrado de forma preciosa, e Hijos de los hombres, distopía futurista que cuenta con secuencias que nos dejan sin aliento.


El estreno de Gravity se ha hecho esperar, pero sin duda supone un nuevo éxito en la carrera de Cuarón. Escrita en colaboración con su hijo Jonás, Gravity cuenta una historia aparentemente sencilla que huye del despliegue de pirotecnia y de seres fantásticos de la ciencia ficción para mostrarnos a dos astronautas atrapados en el vacío del espacio, a escasa distancia de la órbita de la Tierra. Con esta premisa se desarrolla una historia de supervivencia extrema, en la línea de grandes películas como Náufrago, Buried o la genial 127 Horas, en la que los protagonistas se ven atrapados en un medio inhóspito y deben enfrentarse a sus propios miedos y dificultades con el fin de sobrevivir. Semejante situación propicia el desarrollo de los personajes a través de pequeñas pinceladas que nos dejan entrever el carácter socarrón de Kowalsky y la pérdida reciente que marcó a la doctora Ryan.

Además de la brillante sencillez de la historia, Gravity sorprende por la forma en que está narrada. Cuarón aprovecha efectos digitales punteros, el vacío del entorno espacial y el 3D para ofrecer imágenes de gran belleza en las que contrasta el brillo de la Tierra con la profunda oscuridad del espacio, resaltando la angustia de los protagonistas. De este modo, tiene ocasión de filmar planos secuencias que nos dejarán clavados a la butaca con la boca abierta, como la secuencia de apertura, y tampoco podemos olvidarnos del ingenioso juego de sonidos con el que cuenta Gravity: en lugar de atronar al espectador, la película nos sumerge en el silencio sepulcral del espacio y nos acerca a los personajes, de modo que sólo escuchamos sus voces a través de las radios de sus escafandras. En este aspecto también hay que destacar la banda sonora de Steven Price, joven compositor que ha trabajado a las órdenes de Howard Shore y de Hans Zimmer que ahora tiene la ocasión de lucirse con una partitura angustiosa.


En cuanto al reducido reparto, sólo se puede alabar el trabajo de George Clooney, tan comedido como en sus papeles más recientes, y sobre todo el papel de Sandra Bullock. Sorprende que una actriz normalmente asociada a comedias estúpidas de vez en cuando nos brinde interpretaciones de gran carga dramática como su trabajo en Crash o la que hoy nos ocupa.


Gracias a la sencillez y humanidad de su angustiosa historia, a la rompedora puesta en escena y al trabajo de los actores, Gravity se alza como un nuevo triunfo de la ciencia ficción (si bien es difícil enmarcarla en este género) y como una de las películas más interesantes del año.

lunes, 4 de noviembre de 2013

El camino de vuelta (The Way Way Back)


El joven Duncan se dispone a pasar el que promete ser el peor verano de su vida, pues debe viajar con su madre y su padrastro a la casa de verano de este último. Aislado en un entorno donde no conoce a nadie, Duncan entablará una curiosa amistad con un socorrista del parque acuático local, que le ofrecerá trabajo y le ayudará a encontrarse a sí mismo y a hacer frente a sus problemas.

Dirigida por Nat Faxon y Jim Rash, actores del circuito independiente que han colaborado en los guiones de películas como Los descendientes, El camino de vuelta pertenece al subgénero de dramedias que nos presentan historias de corte familiar en el seno de la clase media estadounidense, con personajes que tienen ciertas excentricidades que los marcan como diferentes y deben hacer frente a las diversas dificultades que se les plantean, siempre rodeados por sus atípicas familias, no sin sonsacar unas buenas carcajadas a los espectadores en el proceso. A este agradable género, que personalmente me encanta, pertenecen películas como las premiadas Pequeña Miss Sunshine o Juno, y también otras igual de recomendables como Sunshine Cleaning, Crazy Stupid Love, Ruby Sparks o la que hoy nos ocupa.


En El camino de vuelta encontramos todos los ingredientes arriba mencionados propios del dramedia indie, pero la fórmula funciona una vez más: la película consigue emocionarnos, divertirnos y presentarnos a personajes creíbles, por lo que al terminar la proyección salimos de la sala con una sonrisa en los labios. El aislamiento que experimenta Duncan en su propia familia al ver cómo su madre se aleja de él por culpa de la irrupción de su padrastro conmueve, mientras que las situaciones y divertidas ocurrencias que tienen lugar en el parque acuático nos ayudan a empatizar con el protagonista y comprender su entorno.

Además de una historia cuidada y bien llevada, en El camino de vuelta destaca la labor de sus actores, todos muy adecuados a sus papeles; ya sea la pareja formada por Toni Collette (quien también protagonizaba Pequeña Miss Sunshine) y el gran Steve Carell en un registro poco habitual, o bien las intervenciones de Maya Rudolph (Un lugar donde quedarse) o Allison Janney (Criadas y señoras), si bien quienes de verdad destacan son el joven protagonista, el debutante Liam James, y un pletórico Sam Rockwell (inolvidable en Moon), que compone un personaje único que llena la pantalla.


Puede que El camino de vuelta no rompa los moldes del dramedia independiente y que sus situaciones nos recuerden a otras ya vistas, pero desde luego es una película cuidada y recomendable que nos dejará con una sensación agradable.